Partimos de la premisa de que el suelo es un organismo vivo y no un elemento inerte con «bichos». En todo caso esos bichos son el suelo; no están en el suelo. Si esto se comprende en profundidad, el próximo concepto a introducir es que ese organismo llamado suelo, en teoría, es capaz de aportarle a la planta todo lo que esta necesita para desarrollar su potencial genético, que es lo que sucede en un lugar prístino (Sig. que se mantiene inalterado, puro, tal como era en su forma primera u original).
Obviamente que cuando modificamos el ecosistema con cultivos específicos, esto cambia, pero no tanto como para necesitar la cantidad de fertilizantes que se usa habitualmente.
El suelo estará vivo sólo si se dan dos circunstancias:
- que hayan plantas vivas sobre él y
- que hayan plantas muertas sobre él.
La mecanización, la fertilización, los plaguicidas, el monocultivo, los suelos desnudos. Factores que eliminan la biodiversidad y provocan enorme estrés a las plantas, por lo que tienen pocas posibilidades de salir airosas sin un mayor uso de fertilizantes y plaguicidas químicos.